Cara de tonto

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en el debate sobre el estado de la región. Europa Press

Algo no ha hecho bien la Comunidad de Madrid en esta guerra. Trasmite desorientación y disparidad de criterio; tarda mucho en tomar medidas y personas del mismo departamento lanzan mensajes contradictorios el mismo día.

No sé describir con palabras lo que se llama cara de tonto; pero no hay más que salir a la calle para ver muchas y muy variadas. Hay demasiados perjudicados por la pandemia que no acaban de entender por qué un virus tan pequeño causa tanto daño. Los positivos crecen en progresión geométrica, pero todavía ocho meses después, cuando te toca esa lotería, no sabes bien lo que tienes que hacer, salvo que los síntomas sean escandalosos. El médico de cabecera está de baja, de vacaciones u ocupado con otros mil enfermos…

Como hace seis meses, siguen muriendo personas, con nombre y dos apellidos, incomunicados, sin compañía, sin despidos, sin mensajes, sin reconciliación, sin perdón… En paralelo, crece la ruina de personas y empresas. Estamos a merced del criterio bien intencionado, pero mal informado, de una panoplia de autoridades, que va desde las ubicadas en el seno de la UE hasta el policía municipal o la enfermera, en funciones de segurata, que pregunta a los visitantes de un hospital si han tenido algún mal contacto en los últimos días.

Sigo esta crisis con más interés y preocupación por Madrid. Aquí vivo, es la Comunidad en la que el Covid-19 está haciendo más daño, dejando más secuelas y donde sobrevuela una encarnizada lucha política por el poder. Sánchez está emperrado con el Gobierno de Madrid. Además de ser un precioso botín político, mientras el PP mantenga su política fiscal, a Sánchez le será imposible hacer la reforma que pretende porque los relativamente bajos impuestos de Madrid atraen personas que generan rentas cuantiosas, poseen los mayores patrimonios y a las sociedades que pagan más impuestos.

En Madrid se juntan el hambre con las ganas de comer. La evolución de la pandemia es mala, lo que trasmiten las autoridades autonómicas de desconcierto, incertidumbre e impotencia ante la desobediencia es pésimo y el mar de fondo va creciendo para un cambio de Gobierno. No es momento ni el sitio para repetir los datos; pero los índices de penetración de la enfermedad en Madrid son los más altos del mundo. En la información diaria que ofrece el Ministerio de Sanidad ningún país se acerca a los 643 casos confirmados por cada 100.000 habitantes en los 14 últimos días. En España, 246; en Italia, ¡30! Para colmo, la incidencia, dentro de Madrid, es muy variable. Hay barrios donde la epidemia está desatada como en los peores momentos.

Podría ser que ese índice tan alto de contagiados se debiera a una actividad intensa de prospección; que se detectan más positivos porque se hacen más PCR. Seguro que así es con respecto a algunos países, pero no con todos. No obstante, el dato que nos interesa es que la enfermedad en Madrid está muy diseminada y en ascenso. Este jueves, el índice de ocupación de camas hospitalarias por enfermos de Covid era del 22%; hace una semana, del 17% y hace dos, del 12%. No hace falta ser matemático para concluir que en pocas semanas estaremos por encima de 50%, o sea, que algunos hospitales sobrepasarán el 100% de ocupación por la Covid.

La poca experiencia que tenemos es que cuando la enfermedad está descontrolada, el confinamiento funciona. Y sin confinamiento, la enfermedad no disminuye. Tampoco hay que ser Einstein para intuir cómo acabaremos con esta segunda ola… Hay que hacer oídos sordos a las declaraciones de los políticos. No les gusta decir la verdad; y, en este caso, les reconozco que no pueden. La discusión sobre salud y economía ya la tuvimos en marzo y perdió la economía.

Cuestión peliaguda es la responsabilidad de la situación. Las autoridades madrileñas la atribuyen fundamentalmente a la conducta irresponsable de algunos ciudadanos y a la falta de cooperación y apoyo del Gobierno central. De hecho, la presidenta de la Comunidad ha pedido ayuda reiterada al presidente del Gobierno, quien no se ha dignado ni siquiera a escucharla. Seguro que ambas son razones de fundamento, pero no son las únicas.

Algo no ha hecho bien la Comunidad en esta guerra. Trasmite desorientación y disparidad de criterio; tarda mucho en tomar medidas y personas del mismo departamento lanzan mensajes contradictorios el mismo día. No solo al Gobierno, también a la Comunidad de Madrid esta crisis le ha pillado con los pantalones bajados. En este gobierno de coalición, unos pipiolos se juegan sus incipientes carreras en el envite, los egos están por encima de los ciudadanos y, enfrente, la oposición no se resiste a sobrevolar la Puerta del Sol como aves de rapiña. Pero han pasado ocho meses desde que oímos hablar del coronavirus y seguimos con cara de tonto.